martes, 30 de octubre de 2012

EMPANADAS DE ARROZ


Aquella calurosa tarde del mes de octubre cerca de las tres y treinta de la tarde nosotros dentro de una camioneta blanca por el camino de ingreso al olvidado pueblito, a pesar del constante movimiento de la irregularidad de la carretera, se siente una hermosa armonía entretanto se va oprimiendo el acelerador la tranquilidad de lo rural de las estancias hace que olvidemos el tiempo.
Unos estudiantes con sus ruidosos celulares cruzan la solitaria plaza enfrente hay una iglesia semejante al chiquitano a pesar que la temperatura es de unos 35 grados prefiero no tomar la tan controversial cocacola al hielo que beben en tanto conversan con un lugareño, se burlan por mi abstinencia hacia la dichosa gaseosa lo que es para mí prefiero comer las ricas empanadas de arroz rellenas con queso que nos ofertan las niñas con una hermoso acento cruceño.
Lo que es notorio nos va mencionando el amigo que acabo de conocer, hay lindas chicas en aquí me dice mientras nos va contando la historia de su vida… Parece bajarse uno de los neumáticos delanteros así que preferimos partir antes de quedarnos  en medio de alguna carretera borrada de los mapas, sin antes observar la madera tallada en la entrada de la estancia de nombre Tangamandapio. A todo esto el lugar se llama Terevinto a pocos kilometros de Santa cruz de la sierra.

viernes, 5 de octubre de 2012

Servicio al militar (parte final)


Agazapado con el fusil entre mis manos con el camuflado mojado, las botas impregnadas de fango intimidado por la fría oscura noche aun seguía lloviznando no me importaba si estaba enfangado en arcilla o goma de mascar. 
Sentía una horrible y escalofriante humedad de polo sur atravesando todo mi cuerpo en especial mis calcetines mojados, angustiado en medio del inhóspito monte, desconcertado y con los pies entumecidos.

En mi mente solo pensaba –esto es el cuartel… esto tiene que ser así…- nada tenía sentido, las botas aprisionadas en la greda ya empezaron a gritarnos, ¡a correr sarnas! A pasar las aéreas de instrucción, en un absurdo tratar sacar los pies atrapados en barro, no faltaba más, si te hacían prisionero de guerra…  eso no era nada gracioso.

Esos crudos recuerdos venían a mi mente, al igual la neblina apareciendo en el parabrisas pintando un cuadro natural de grises (nocturno paisaje chaqueño) corriendo al sur el bus se transformaba en un bloque de hielo, otra vez volvía a sentir el horrendo frio flotando por el ambiente, algo tan parecido a esa lejana noche, aumenta el frio y sentía ansias de volver a ver otra vez mi cuartel, no sé porque después de tanta tortura.

En medio de las negras sombras de la noche aparecen una mujer y su niña en medio de la despoblada carretera, suben y se sientan a lado mío ya hacía rato que peleaba con el sueño solo espero no quedarme dormido otra vez e intento volver a ver el Avaroa I de Caballería. Pasa todo tan rápido reconocer la garita donde tantas noches me toco hacer la guardia, feliz y sin más me quedo dormido no se por cuánto tiempo

Me despierta la voz guaraní de la mujer, apenas entiendo su mezclado castellano, ella preguntándome ¿en dónde estábamos? O eso pude entender, no podemos hacer conversación ya que ella habla poco de castellano en cambio yo no sé nada de guaraní, le respondo –que estábamos  abandonando Camiri- se baja a las orillas de la ciudad, y otra vez de nuevo solo con rumbo hacia el Gran Chaco.